miércoles, 29 de agosto de 2012

REPRESIÓN A MVS / NOTICIAS RADIO/ TV Y SU PERIODISTA CARMÉN ARISTEGUI


LEOPOLDO GAVITO NANSON - MARTES, AGOSTO 28, 2012. LA JORNADA (VERACRUZ).
La decisión del gobierno federal –o con más precisión de Felipe Calderón Hinojosa– de quitar la concesión de la banda de 2.5 gigahertz a la empresa MVS presidida por Joaquín Vargas es la enésima demostración palmaria de la genuina conspiración antidemocrática y retardataria de las elites del país que se han apoderado de la mayor parte de la renta nacional a costa del resto de la población mexicana, buena parte de la cual vive significativamente por debajo de la línea de pobreza.

El pretexto y motivo de diferendo entre el gobierno y la empresa MVS fue la periodista Carmen Aristegui, 
quien, en beneficio del interés público y el de alcanzar una madurez democrática en este país, se ha convertido sin desearlo en un dolor de muelas para el gobierno y un dolor de cabeza para los poderes factuales de las televisoras. Estas últimas hace mucho que toleran poco a Aristegui, como sus voceros y gatilleros demuestran con virulencia de tiempo en tiempo.

Durante todo el gobierno de Felipe Calderón se dieron largas y pretextos para liberar a la empresa MVS para ofrecer servicios competitivos de televisión y banda ancha pese a que contaba con los socios inversionistas y tecnológicos para mejorar los servicios y los costos ofrecidos por el duopolio televisivo de este país.

¿Por qué Felipe Calderón esperó hasta el término de su sexenio para escamotear la concesión de la banda a MVS? ¿Por qué no lo hizo antes, dados los argumentos que esgrime? La respuesta a ello no es única, son varias y en distintas dimensiones.

Una es que Felipe Calderón paga y cumple compromisos adquiridos precisamente con Televisa –y su ahora socia en la telefonía móvil, TV Azteca– desde antes de asumir el poder, cuando en campaña se trataba de operacionalizar la guerra sucia en contra de López Obrador, dar verosimilitud a
una candidatura panista sin identidad, apagada y peleada con su partido, y posicionar en la apreciación pública la verosimilitud del triunfo.

Otra, asociada a la primera pero independiente de ella y que corre con energía propia es el necesario acuerdo entre el presidente en funciones y el supuesto ganador en la jornada del 1º de julio. Felipe Calderón asume los costos públicos de la decisión para liberar de hacerlo a Enrique Peña Nieto, inversión de sabidos y ventilados intereses de Televisa.

Una tercera no menos importante es el papel y presencia de la periodista Aristegui en hacer público lo que a todas luces se deseaba permaneciera como secreto. Esto es la fabricación con años de adelanto de una candidatura presidencial, y las diversas conspiraciones y acuerdos para favorecer a los poderes fácticos del país para los que los gobernantes electos y los políticos no son más que empleados. Así lo confirma el mero ejemplo de la telebancada de por lo menos 18 diputados tanto del PRI como del PVM, entre funcionarios de Televisa, miembros de sindicatos de la industria radiofónica.

Al final del segundo gobierno federal panista la ilusión de la transición política quedó en meros buenos deseos. El sistema que concentra las decisiones sustantivas en poderes fácticos al margen de la supervisión pública permanece intocado y se ha fortalecido. El Estado se ha debilitado al grado de bordear el Estado fallido, las lagunas institucionales se han convertido en océanos de incompetencia y pasmo, verdaderos pesos muertos que en el mejor de los casos retrasan y que en la realidad cancelan la posibilidad de construir una sociedad justa. El sistema de educación nacional y la situación alimentaria del país son prueba de ello. La decisión del gobierno sobre la banda de 2.5 GHz favorece sin pretensión de pudor a ese orden de poderes fácticos actuantes desde la informalidad y protegidos por el poder político al que emplean como asalariado. Alguna vez tales poderes estuvieron acotados pero el cambio generacional en los 80 y el abandono del modelo de Estado benefactor por la adopción de un Estado disminuido neoliberal –apocado sería más preciso– fue base para que –en una situación de debilidad institucional– los vacíos institucionales fueran ocupados por esos poderes fácticos, empresas criminales incluidas.

La decisión gubernamental sobre las concesiones a MVS descarna la incómoda realidad de que ya en el siglo XXI México aún es incapaz de deshacerse tanto de quienes lo someten y mantienen en pobreza como del sistema de reproducción política clientelar basado en relaciones informales personales antes que en procedimientos y normatividades públicas y verificables. La JORNADA (VERACRUZ).

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