martes, 14 de agosto de 2012

Renta nacional y escamoteo electoral en el México del siglo XXI



LEOPOLDO GAVITO NANSON. LA JORNADA (VERACRUZ).

Si desde principios de la década de los 80 México declina en sus niveles de bienestar, los 12 últimos años de administraciones panistas (cogobiernos PRIANISTAS sería más preciso) han sido de acelerada degradación del desarrollo humano y económico. A mediados del siglo pasado el 50 por ciento de las familias con ingresos más bajos absorbían 19 el .1 por ciento del ingreso nacional, el 10 por ciento de las familias con ingreso más altos concentraban el 49 por ciento.

En 1963, esta situación se había agudizado: el 20 por ciento de las familias con más altos ingresos concentraban el 60 por ciento del ingreso nacional, mientras el 50 por ciento de las de más bajos ingresos absorbían apenas el 15.55 de dicho ingreso. Apenas hace un par de años la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares reportaba que 10 por ciento de los hogares mexicanos concentra 34.6 por ciento del ingreso total mientras que 60 por ciento de los hogares pobres apenas acumulaba 27.6 por ciento del ingreso total.

La brecha entre ricos y pobres se ha convertido en abismo; los niveles de bienestar son equivales a los que había en el siglo XIX, agravados porque el número de pobres y empobrecidos es decenas de veces mayor. Son los costos de haber abandonado hace 30 años todo rastro del modelo de estado de bienestar por adoptar y plegarse a un modelo neoliberal monetarista, el Consenso de Washington.

La renta nacional se ha concentrado a grados obscenos en unas cuantas personas morales, la mayoría de ellas no mexicanas: Walmart de México, Cemex, Grupo Alfa, Ford Motor Company, Televisa, Grupo Salinas/Elektra, los muchos bancos de la banca extranjera en México, destacadamente BBVA Bancomer, Banamex Citigroup, el Grupo Bimbo de la familia Sertvije, el grupo minero Bal (Peñoles); VW de México; Soriana, Coca Cola Femsa; Grupo México; la organización Soriana; el grupo Modelo; por mencionar unas cuantas de las más poderosas. Dueños, accionistas y altos ejecutivos forman la famosa oligarquía.

Abstracción conceptual que frecuentemente significa poco, pero que tiene un papel determinante en la conservación de las condiciones que permitan seguir con la apropiación de cantidades cada vez mayores del ingreso nacional. Para ello los procesos de reproducción política deben ser ganados por personajes afines o subordinados. Tal es la razón de existir de figuras como los TELE DIPUTADOS y lo que justifica invertir en un proceso electoral frioleras que oscilan entre 3 y 5 mil millones de pesos para garantizar sea elegido el candidato que dispongan.

Desde meses antes de la elección se compraban espacios televisivos para supuestas entrevistas y comentarios prepagados; el bombardeo sobre bases diarias de sondeos y encuestas brutalmente manipulados con intención de “preventa” de la inevitabilidad del “triunfo priísta”; propaganda sucia no firmada pero transmitida por las televisoras y la ofensiva gazmoñería pasiva del IFE que simplemente dejaba pasar los reclamos o rehusaba a actuar en consecuencia como cuando se le solicitó iniciar el trámite para el congelamiento de cuentas bancarias ante la justificada sospecha de que serían usadas para comprar y coaccionar votos.

Una elección amañada con ríos de dinero desde meses antes de la jornada electoral y que hacen pasar como legítima a la par que el presidente del grupo Televisa anuncia desde ya que también presidirá Iusacell ahora que la Comisión Federal de Competencia ha autorizado su compra por parte de Televisa y el grupo Salinas. De ese tamaño es la apropiación.

Mañana por la tarde Andrés Manuel López Obrador habrá de hacer públicos los datos acumulados que documentan la inequidad a lo largo de toda la elección. Hay razones para suponer que habrá confirmaciones de los datos ya dados y varias sorpresas adicionales. La operación de legitimación y descalificación de quienes protestan es instrumentada con intensidad aunque con argumentaciones tan pueriles como el balbucear que AMLO es un mal perdedor.

El PAN para salvar cara ha dicho que la elección no fue equitativa ni ejemplar y el presidente Calderón ofensivo dice que la evidente compra de votos por diversos medios es “inaceptable” y que es necesario aclarar el caso Soriana. Lo dice de forma absolutamente inocua y que se anula a sí misma. Rehúsan también interponer junto con la alianza de izquierda un recurso revisión e impugnación de la elección.

El PAN se ha convertido no sólo en el paradigma de la mala, fanática e incompetente administración, sino en la expresión más acabada de la oposición funcional colaboracionista, lo que nada tiene que ver con la idea de una oposición leal.

Felipe Calderón dice que la compra de votos es “inaceptable” pero mediatiza la idea al introducir la palabra “supuestamente” al referirse a la compra de votos vía tarjetas Soriana.

La elite de empleados gubernamentales de la oligarquía se aboca completa a intentar desvanecer las argumentaciones de López Obrador y la alianza por el bien de todos. Luego de unos días, lo menos que puede decirse es que es, como dijera el clásico, “una acción concertada” (LA JORNADA, VERACRUZ).

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