viernes, 24 de agosto de 2012

Universitarios veracruzanos asesinados en primavera por defender la libertad y la razón.

 ADALBERTO TEJEDA MARTÍNEZ - LUNES, JUNIO 04, 2012. LA JORNADA (VERACRUZ).

En los círculos universitarios veracruzanos por un tiempo estarán latentes temas como el modelo educativo flexible y el proyecto Aula de la Universidad Veracruzana –este último se basa en incorporar las tecnologías de la información a la enseñanza pero muchos docentes lo malinterpretan como la sustitución computacional de sus obligaciones–; o la sucesión rectoral en esa casa de estudios, prevista para dentro de quince meses pero que no por eso baja la fiebre de algún acelerado aspirante a rector; o la improvisación y politización manifiesta de la Universidad Autónoma Popular. A esos asuntos habrá que volver en posteriores momentos, pues por lo pronto atrapan la atención la violencia y los vaivenes electorales.

La violencia la ha sentido el sector académico veracruzano muy de cerca. Los asesinatos de José Luis Martínez Aguilar, profesor de Pedagogía en la UV campus Veracruz, hace ya un año; el de Regina Martínez el 28 de abril y el de José Luis Blanco el 27 de mayo pasados, nos han dejado atónitos. Regina y Blanco tuvieron vidas asintóticas; ni paralelas como las de Plutarco, ni perpendiculares como las de Álvaro Enrigue. Las asíntotas son las líneas que conforme se alejan de algún punto se aproximan más entre sí. Regina y José
Luis nacieron relativamente lejanos; sus familias quizás ni se conozcan. Ella nació en 1963, en Rafael Lucio, a 20 kilómetros de Xalapa, hija de agricultores, y él en 1959, en Xalapa, hijo del líder agrarista de los veintes del siglo pasado Sóstenes Blanco.

Ambos estudiaron en la Universidad Veracruzana: ella ingresó a periodismo en la ciudad de Veracruz más o menos cuando Blanco egresaba de sociología, en Xalapa, a inicios de los ochentas. Ambos fueron críticos acérrimos del poder: ella desde el periodismo, él desde el activismo y la docencia.

Se dice que fueron amigos, y las asíntotas se cerraron al mínimo cuando ambos fueron asesinados en su domicilio, exactamente a un mes de distancia uno de la otra. ¿Coincidencia o la misma mano ejecutora?, ¿o diferente mano pero el mismo cerebro detrás de ambos crímenes? Los universitarios se lo preguntan una y otra vez y no hay hasta el momento respuestas claras. ¿Llegarán?

Los asesinatos de primavera en Veracruz.

Esos dos crímenes son suficientes para volver aciaga cualquier primavera. Ésta lo es, aunque un viento la refresca. En efecto, las elecciones con un ganador anunciado de antemano por el oráculo televisivo estaban más próximas a la ignominia que a la democracia, pero las tres últimas semanas han sido de los estudiantes universitarios.

Se manifestaron y los peores de los peores de nuestros políticos quisieron lincharlos en confabulación con la televisión comercial; los aludidos se enardecieron, mostraron que están por encima de los medios tradicionales de control, y de paso le dieron aire a unas campañas tediosas cuyo momento álgido había sido el debate del que salió triunfante la edecán.

Curiosamente, el más viejo de los candidatos es el más aceptado entre los estudiantes, mientras que el de mayores credenciales académicas no les cuadra a los colegiales por sus complicidades y soberbia, pero las baterías están contra el más frívolo y manipulador de la cuarteta. Mientras, la candidata ya no se preocupa por ganar sino por el qué dirán de su desplome.

#YoSoy132 nos ha sacado del tedio, la monotonía, nuestra franja de confort mediocre y conservador. Podrá ser decisivo o no a la hora de la votación, pero es un movimiento que moldea las campañas y esperemos que su onda expansiva sacuda incluso al próximo gobierno federal. LA JORNADA (VERACRUZ).

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