ORNADA (VERACRUZ).
En
la postrimería del rectorado en la UV de Raul Arias Lovillo comienza a
dejarse ver el resultado acumulado de una atropellada gestión, producto
de aquel sueño conjunto que el economista concibió con su antecesor,
Víctor Arredondo, para hacer de la Universidad Veracruzana “la mejor
institución educativa del país”.
De manera independiente de las
grandes complicaciones económicas actuales y a la peculiar visión de las
administraciones federales panistas con respecto al financiamiento
público para la educación superior, Arias Lovillo se vio atrapado en la
apretada red de componendas y compromisos heredados y adquiridos en una
penosa circunstancia que no sólo transfiguró en pesadilla aquel idílico
sueño, sino que puso a la institución en un severo predicamento,
reflejado éste en los índices negativos que le otorgan a la institución
en materia de calidad y resultados académicos, los principales
indicadores nacionales e internacionales como el realizado este mismo
año por la UNAM.
Junto con los dispendios inentendibles en medio
de una situación de severa astringencia financiera por la que dice el
rector pasa la UV –el ejemplo más notable es el financiamiento anual
superior a los 50 millones de pesos que la Universidad destina de su
presupuesto para pagar la nómina y la manutención de su equipo de
basquetbol profesional de los HALCONES ROJOS, por citar al más absurdo
de todos–, es verdaderamente notable la ausencia de Raúl en los aspectos
más relevantes de la vida universitaria.
Aunque se sabe que su
labor ha sido funcional al proyecto económico de carácter privado que
tiene atrapada a la UV, campeando desde luego en ello los intereses de
conocidos integrantes de un grupo compacto que se apropió del
presupuesto universitario desde la reforma que le dió carácter autónomo
en pleno gobierno de Patricio Chirinos. No obstante, lo cierto es que la
institución esta a punto de entrar en una espiral crítica en la que las
contradicciones generadas por la actuación del rector, su falta de
carácter y parsimonioso desinterés propician tierra fértil para aquellos
temas que le puedan ocasionar dolores de cabeza y que signifiquen un
distractor en la buena vida que ha llevado desde la silla rectorial,
dejando abierta la puerta para que cualquier grupo de interés meta las
manos en la vida universitaria.
El más reciente fue esa especie
de linchamiento público del que fue objeto el Dr. Alberto Olvera en la
presentación del libro La lucha de México por la seguridad pública, de
George Philip, profesor de London School of Economics and Political
Science.
Y si bien es cierto, la UV debería ser
el espacio adecuado y necesario para la discusión de temas de interés
colectivo pero además sin cortapisas, el asunto cobra mayor relevancia
cuando el propio rector con su ausencia y fuertes compromisos ha roto
los equilibrios que debieran normar la vida interna de la institución.
Lo
más lamentable que pudiera ocurrir es que se coarten los espacios y las
formas de expresión, cualquiera que éstos sean y aún sobre su
proveniencia gracias por un lado al vacío dejado por el rector y por
otro a la puesta en práctica de viejos métodos de ejercer el poder.
Podrá
estarse o no de acuerdo con las opiniones de Olvera, sin embargo, el
evento de antier recuerda asombrosamente –porque tiene el tufo de la
práctica impuesta por Miguel Ángel Yunes Linares durante su paso por la
Secretaría de Gobierno– por cuenta de una suerte de memoria afectiva que
pone en la mesa un paródico modo de ser que a fuerza de cierta
efectividad es dable a repetirse una y otra vez.
Lo más
perturbador del caso es que éste tipo de medidas disruptivas de un
evento de corte académico se dio en el marco de la toma de control de
ciertos aspectos de la operación política estatal de los que esta
echando mano el flamante subsecretario de Gobierno, Enrique Ampudia
Mello, el brazo ejecutor, pergeñador y alumno más aventajado de aquella
prédica yunista de primero golpea, despues averiguas y luego vuelves a
golpear.
Es muy aventurado aún suponer que el evento citado se
inscriba dentro del proceso sucesorio de la rectoría, sin embargo, sólo
basta contar con una pálida pátina de memoria para observar que en este
caso específico, pudiera barruntarse alguna inusual e indeseable vuelta
al pasado.
Fuente: La jornada (Veracruz).
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