LEOPOLDO GAVITO NANSON - MIÉRCOLES, AGOSTO 08, 2012
Fiel
a sí mismo, Felipe Calderón –que un día antes había insinuado en
Twitter que no asistiría a las plenarias de los diputados electos del
PAN– se apersonó sin más y por sorpresa la noche del lunes en Querétaro.
Lo que ahí dijo no tiene desperdicio, por si hiciera falta lo retrata
otra vez en toda la dimensión de un perfil lleno de dobleces e
incapacidades.
Empezó por deslindarse de toda responsabilidad de
la caída vertical de su partido, los peores resultados desde las
elecciones de 1984. Parte de la responsabilidad se la endilgó a la
campaña de Vázquez Mota que al subrayar la idea de “diferente” podría
haber creado confusión en el electorado. Y receta que debió haberse
pensado en algo parecido a lo que hace Obama, que subraya el “hacia
adelante”.
Luego en un despliegue de forzada racionalización que
pretende disimular la magnitud de la frustración y el trauma. A toro
pasado prescribe que cuando se es gobierno no se subrayan las
diferencias, sino que no “queda más que” el de la continuidad. Como si
la oferta de la sangría, el desempleo, la enajenación del país y la
incapacidad sistémica permanentemente probada pudieran ser un atractivo
para el electorado o, por lo menos, para la construcción racional de una
oferta política.
Sin ambigüedades culpó directamente a la
campaña de Vázquez Mota de la derrota y luego repartió responsabilidades
en donde incluyó la suya propia. Su presencia parece obedecer a la
intención de no darse por muerto, a la construcción de una suerte de
MAXIMATO partidario donde pueda meter las narices desde un exilio
cercano, si es que la Universidad de Texas lo acoge una vez que han
declinado varias de la Ivy League.
Inacabable, Calderón es capaz
de ver y cacarear logros de su gobierno. Incluso no tiene empacho en
afirmar que, después de su gobierno, México es un país más moderno y más
seguro. Hace unos cuantos días en Ensenada dijo que durante su campaña
por esa ciudad los empresarios se quejaban de la inseguridad, las
extorsiones y los secuestros y porque nadie les hacía caso. Este
gobierno ha mantenido en estado de sitio a ciudades como Tijuana y
Ensenada, ha mantenido al Ejército y a la Policía Federal en las calles,
los ha llevado, traído, cambiado y alternado, pero siguen como ciudades
a merced de las bandas a sueldo del crimen organizado.
En algún
momento evocó el inicio de su gobierno cuando la delincuencia había
amenazado con matar dos policías por semana, pero que decidió continuar
con lo que llamó su estrategia. Bien, si como dice Calderón se hubiera
concretado el asesinato de dos policías por semana, un cálculo mezquino
y lineal llevaría a sumar 104 policías al año, que terminarían por
sumar 624 en todo el gobierno.
Calderón entonces decidió
enfrentar al crimen. No podía hacer otra cosa, el problema no es ése,
sino la forma de hacerlo. Trocó entonces una amenaza por la realidad de
una aproximación fallida y fundamentalmente estúpida. Así, al final de
su delirante gobierno suman ahora algo más de 71 mil asesinatos
relacionados con su forma de aproximación al problema. Sólo en el primer
año de gobierno hubo 2 mil 826 asesinatos, cuatro y media veces más que
el número total de la amenaza del crimen organizado. No para ahí, el
año siguiente la cifra subió a 6 mil 832, dos y media veces más que el
año anterior. En 2009 sumaron 11 mil 753, casi el doble que en 2008. En
2010, 19 mil 546; en 2011 24 mil 68 y, hasta el 30 de abril de 2012, 6
mil 774.
Si esto fuera insuficiente, Felipe Calderón ha ocultado
información sobre los errores y disfunciones de su política de seguridad
que no podrá abrirse antes del año 2023.
De hecho las decisiones
de Felipe Calderón han sido tan calamitosas que la cifra oficial de
muertos dada por su gobierno fue desechada por los procuradores del país
y por la propia Procuraduría General de la República, que consideran
que tales números son erróneos, los datos imprecisos y violatorias de
los derechos humanos de los asesinados por el crimen. Esto sucedió en
mayo, es un punto sustantivo que tendrá que considerar la Corte Penal
Internacional en el caso que arma contra el Presidente.LA JORNADA
(VERACRUZ).
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