LEOPOLDO GAVITO NANSON - JUEVES, AGOSTO 09, 2012 LA JORNDA (VERACRUZ).
Hace
poco más de un año, el último día de julio de 2011, medio centenar de
policías de Puebla intentaron detener al padre Alejandro Solalinde. Tuvo
que intervenir la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) para que
el sacerdote misionero y sus escoltas de seguridad fueran liberados.
Luego, también el último día, pero de diciembre, el padre Solalinde fue
encarcelado por hombres armados de un poblado de Oaxaca, llamado Nuevo
Santiago Tuxtla, en manos de un cacique llamado José Raymundo.
La
policía oaxaqueña justificó la detención bajo el argumento de que las
escoltas del sacerdote –varias veces amenazado de muerte– iban armados.
En abril de este año, el sacerdote Solalinde denunció nuevas
amenazas de MUERTE en su contra, así como una campaña de linchamiento
contra los migrantes que se refugian en el albergue a su cargo. Como
dijo, eran dos amenazas en menos de 15 días que provenían de la misma
fuente y relacionadas con la delincuencia organizada, “con personas que
no nos quieren y que están sistemáticamente contra nosotros; lo grave de
esto es que el municipio de Ixtepec no se deslinda de esas personas”.
En
pocos días más recibió otras cuatro amenazas de MUERTE. Al mes
siguiente Alejandro Solalinde salió del país a sugerencia del protocolo
de seguridad de la Procuraduría General de la República (PGR), la CNDH y
Amnistía Internacional (AI). De inmediato circularon rumores de que se
retiraría indefinidamente de sus tareas de apoyo y defensa de los
migrantes centroamericanos.
Llegaron a tal nivel que personal
del albergue que encabeza tuvo que aclarar que no existía ningún retiro
del padre Solalinde y que únicamente era una ausencia temporal para
proteger su integridad hasta que las procuradurías General y de Oaxaca
investigaran a fondo tales amenazas. El personal del albergue dejó muy
claro que la ausencia de ningún modo significaba que abandonara la
misión ni mucho menos el cierre del albergue. Días después se dio a
conocer que el padre había salido temporalmente del país.
Desde
que en 2007 empezó a funcionar en Ixtepec, Oaxaca, el albergue y capilla
Hermanos en el Camino se convirtió en una gran piedra en el zapato de
quienes se benefician y lucran con la deshumanización de miles de
migrantes. No sólo las empresas y bandas criminales al servicio de esas
empresas, también la red de políticos y funcionarios que las protegen.
Si hoy el tema se ha hecho visible obedece en muy buena medida a la
labor de Alejandro Solalinde.
La jerarquía de la Iglesia
católica de la que el sacerdote es misionero no lo ha AYUDADO ni
FINANCIADO el funcionamiento del albergue. Funciona por el
financiamiento familiar y de la comunidad.
Salvo, tal vez, el
compromiso y las denuncias del singular OBISPO de Saltillo, el dominico
Dr. Raúl Vera, quien ha demostrado sobradamente su profundo compromiso
personal respecto a la situación de inseguridad y virtual ESCLAVITUD de
los mineros en Coahuila, no hay ninguna otra labor de la Iglesia
católica tan importante en este país como la realizada por Alejandro
Solalinde y las personas que lo asisten y apoyan. LA IGLESIA CATÓLICA
CALLA LAS INJUSTICIAS.
Pero la jerarquía
católica no es un grupo de individuos ocupados de aliviar en la
práctica, aquí y ahora, el sufrimiento de las personas. La jerarquía
católica se ocupa de su interés y de las relaciones de PODER (TERRENAL)
para proteger ese interés. Una combinación entre la renta privada de los
jerarcas y el afán corporativo del alto clero. Para toda esa madeja de
ganancias a costa de la muerte y explotación del prójimo en donde se
amalgaman empresas criminales, políticos, caciques, jerarcas
eclesiásticos, los migrantes no son seres humanos sino una mercancía y
el padre Solalinde es una molestia que los hace incómodamente visibles.
El
sacerdote estuvo poco más de un mes fuera del país, regresó a México y
no ocultó sus reservas por el eventual “regreso del PRI al poder”. Tiene
motivos, es muy consciente que es el PRI sistémico con el que se
construyó toda la subcultura de la informalidad, del beneficio personal
en el gobierno y de corrupción por default.
Por eso apenas un par
de semanas después de su regreso al país, antier, el obispo de
Tehuantepec, Óscar Armando Campos Contreras, ordenó a Solalinde dejar su
responsabilidad en el albergue porque a su parecer lo hace por mero
protagonismo.
Solalinde fue entrevistado ayer en el noticiero
matutino de MVS/ RADIO y TV/SKY 59 de la periodista CARMEN ARISTEGUI,
dijo “ahí que se sentía muy triste, dolorido y que no entendía la
premura de haberlo hecho así”.
Hace ya tiempo que el alto clero
insistía en QUITAR a Alejandro Solalinde de la Pastoral de Movilidad
Humana, el obispo ofreció una parroquia, un puesto administrativo. Esto
es lo único que necesita el alto clero para REMOVER a Solalinde.
Para
la jerarquía católica el peligro que representa Solalinde Guerra no es
su indoblegable compromiso con la justicia y su valor para poner al
descubierto complicidades inconfesables, el peligro es que Alejandro
Solalinde es y representa una Iglesia para la que el Vaticano invirtió
todo el papado de Karol Wojtyla a fin de DESMANTELARLA primero, y luego
DESAPARECERLA.
La Iglesia que sigue los postulados del Concilio
Vaticano Segundo, la de la opción por los pobres, por la JUSTICIA
SOCIAL, la Iglesia que educa en el conocimiento, no en el dogma.
Es
posible, sí, quitar al padre Solalinde su misión dentro de la iglesia.
Lo que la jerarquía no puede ni nunca podrá hacer es quitar al sacerdote
de la misión que como hombre se ha impuesto y asume ante su dios. No
hay Iglesia ni jerarquía que pueda contra eso, aunque siempre pueden
dejar al padre a merced de quien lo amenaza. LA JORNADA (VERACRUZ).
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