sábado, 1 de septiembre de 2012

Recuperar el poder político para el ciudadano veracruzano


GINO RAÚL DE GASPERÍN GASPERÍN - MIÉRCOLES, AGOSTO 29, 2012. LA JORNADA (VERACRUZ).

Una gran cantidad de estudiosos de la comunicación están tratando de entender lo que sucede con los llamados “nuevos medios de comunicación” (redes sociales, twiter, facebook, blogs, correos electrónicos, foros, etcétera) y su relación con los gobiernos y con la misma estructura “democrática” de la sociedad.

Es sabido que los medios tradicionales (televisión, radio, prensa, etcétera) han sido “instrumentos utilizados por las elites dirigentes para perpetuar su poder, su riqueza […] su propia filosofía, su propia cultura y su propia moral”, como afirma James Lull, uno de esos estudiosos. Por ello, por no representar los deseos, anhelos y expectativas ni de las mayorías ni de los grupos minoritarios, tanto los “representantes” populares como esos mismos medios han ido perdiendo su legitimidad, y los grupos sociales empiezan a volver la cara hacia otras formas de organización, de representación y de comunicación. Dice el mismo Lull: “la tecnología, la Internet y los medios masivos, antes que sólo reforzar las estructuras tradicionales de autoridad político-económicas y culturales, hacen más porosas a esas estructuras”. Esto ocasiona que pierdan fuerza los mitos que dan fuerza y cohesión a la sociedad, y que ésta sea gobernada por políticos erráticos, que atinan una sobre 10.

Es cierto que algunos medios tradicionales han abierto una rendija, más o menos estrecha, para que el receptor de sus mensajes pueda expresar sus opiniones y demandas. Páginas web, blogs, teléfonos abiertos, cartas a la redacción y otros espacios (que constituyen lo que se llama “periodismo ciudadano”) permiten al consumidor-ciudadano demandar servicios y reclamar lo que las instituciones no proporcionan, pero bien sabemos lo limitado y filtrado de esos espacios y el desprecio con que los gobernantes los reciben.

Estos dos fenómenos: la pérdida de confianza en los representantes populares por su cerrazón e ineficiencia y la limitación de los medios tradicionales que han hecho mancuerna con el poder y se mantienen herméticos hacen que los ciudadanos “de a pie” estén recurriendo a los nuevos medios (de la Internet) como instrumentos para recuperar el poder que sienten arrebatado por sus gobernantes y hacer escuchar su voz, sus demandas y sus necesidades de una manera directa, económica, eficiente y solidaria. Y en estos nuevos medios, como dijo una “blogera” en el sitio de El Universal: “no hay fronteras, intransigencia, ineficiencia, ni censura que no pueda ser rebasada por los bites”.

Simultáneamente, pues, los nuevos medios democratizan la comunicación y democratizan el poder. Frente a unos medios tradicionales que, al mismo tiempo que le cobran enormes sumas de dinero al Estado para mantener la ideología y el mito nacional que lo sostienen, y denigran a los actores políticos exhibiendo sus lacras, y se mantienen cerrados y prepotentes (véase la reacción de la televisión mexicana al movimiento juvenil: se mostró “odiosa pero vencedora”), y frente a un poder que se ha convertido en dominación “y el oficio del servicio público es corrompido por degenerar en el oficio idolátrico del poder”, los ciudadanos se abren espacios y no sólo construyen un periodismo mediático, sino además están conformando una “ciudadanía mediática”, como lo señala el doctor Jorge F. Aguirre Sala, investigador de la Universidad de Monterrey.

¿Qué puede y debe hacer el Estado frente a este nuevo ejercicio de la autoridad popular? Abrirse de mente, pues, citando a Jesús Cantú: la ciudadanía “es el derecho y la disposición de participar en una comunidad a través de una acción auto regulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público”. Esta participación política conlleva regular el ejercicio del poder para evitar el despotismo y andar caminos en defensa de los derechos ciudadanos, y no sólo ir a la urna a depositar una papeleta. Esto, así nada más, manifiesta una democracia manca, coja, tuerta, sorda y tartamuda. Y el mundo está exigiendo un ejercicio del poder en donde los ciudadanos engendren la democracia y una democracia que engendre ciudadanos, parafraseando a Edgar Morín.
Si los nuevos medios de comunicación no engendran ciudadanos insertados en el Estado, nos podemos preguntar ¿entonces, qué van a engendrar y en dónde?

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