martes, 9 de octubre de 2012

Agravio e información


(Editorial)
- lunes, octubre 08, 2012   LA JORNADA   (VERACRUZ)

Después de siglos de oscurantismo medieval y demasiadas lecciones cruentas, los sistemas políticos modernos aprendieron el imperativo de defender al ciudadano frente al Estado. De forma diferenciada pero básicamente la misma, los regímenes occidentales avanzados se distinguen por esta particularidad. Por el contrario, los sistemas autoritarios se empecinan en hacer prevalecer la razón de Estado y al Estado mismo por encima del ciudadano. Tal es el caso mexicano. Se construyen instituciones ciudadanizadas con el propósito de cuidar precisamente los derechos ciudadanos y a la primera oportunidad son cooptadas por alguna facción poderosa del sistema. Fue el caso del IFE en 2006, repetido en 2012 y el de buena parte de los institutos electorales de los estados.
Hasta ahora, el Instituto Federal de Acceso a la Información había navegado con aceptable dignidad e independencia de los poderes meta constitucionales de la presidencia. Con todo, el Ifai no es un instituto de autonomía plena y eso es causa que el acceso a la información sea discontinuo y desigual. Abundan los personajes federales que se consideran a sí mismos burócratas singulares elegidos por los cielos. Asunto que se agrava porque el nivel de exigencia aplicado a las autoridades federales es precario. La dependencia presupuesta y la falta de profesionalización son lastres importantes que crecen la debilidad institucional. Si a eso se suma la falta de voluntad política de buen número de funcionarios el resultado es la existencia de una institución sustantiva que es utilizada, por su sola existencia, como parapeto simulador.
Tal es el caso del aval dado por el Ifai a Banobras en su negativa a hacer pública la situación financiera y el estado de los préstamos dados a los municipios del estado. A todos los municipios. Más aún, el Ifai respalda la pretensión de Banobras para resguardar la información por doce años.
Decisión que se traduce en escamoteo de la información a la que el ciudadano tiene derecho por la simple razón de que se habla del uso y abuso del dinero público. El estado ha navegado hasta ahora sobre la turbulencia de una gravísima astringencia de recursos económicos, con deudas paralizantes y plazos fatales para servirlas. Es de reconocer la capacidad habida para evitar lo que parecía ser un colapso.
Pero eso en ningún concepto hace aceptable que información sustantiva para entender, evaluar y tomar decisiones sea ocultada por la friolera de dos sexenios del escrutinio público. “Afectar la imagen de los ayuntamientos o causarle algún mal a sus finanzas” son afirmaciones ofensivas que presuponen al ciudadano informado como un enemigo del estado. LA JORNADA (VERACRUZ).

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